viernes, 11 de diciembre de 2009

Un toro furioso… en el infierno


Mucho se ha dicho sobre “Raging Bull”, la película que Robert de Niro estelarizó para Martin Scorsese en 1980. La actuación de de Niro es espectacular, hasta el punto de que no es a él a quien vemos en el film, sino al mismo Jack la Motta, e irremediablemente lo acompañamos, como Dante hizo con Virgilio, al infierno de su furia interior, de sus celos y de la rabia que lo lleva a terminar con sus relaciones familiares.
El personaje de la Motta es conmovedor, y al mismo tiempo repulsivo. Se sale de los estereotipos que hemos visto en otras películas como “The third man”, en la que cada personaje cumple su papel y no hace nada inesperado: es decir, que el malo es el malo, el bueno es el bueno y la mujer enamorada es la mujer enamorada y punto. En “Raging Bull”, vemos personajes más humanos, que pueden ser al mismo tiempo tiernos y sensibles, pero también duros y salvajes. Vickie va tomando el papel de la “víctima”, pero en el momento de conocer a Jake no era una “santa” y también puede ser cruel con él. El papel del hermano, con Joe Pesci, es al mismo tiempo el de un ángel guardián, amoroso con su hermano, pero también el de un ser violento que puede llegar a golpear inmisericordemente a otra persona.
Es en el personaje de la Motta donde me quiero detener un poco más y volver al principio de mi comentario. La furia y los celos que un hombre no pueden controlar son uno de los temas centrales del argumento. Empieza por entrar en el primer círculo del infierno al conocer a Vickie, pero la semilla de su mal ya la lleva dentro. Asi, se va adentrando uno a uno en los círculos del infierno hasta llegar al mas profundo, que es cuando desesperadamente golpea con sus puños las paredes de la celda en una escena desgarradora. ¿Sale del infierno? Pues me parece que si acaso, sale del infierno para quedarse en una especie de purgatorio… lo cual se agradece en una época como la nuestra en la que el cine está lleno de películas con final feliz.

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